Y nos sentamos los dos en aquel banco, pero el no me miraba, sabia que estaba ahi, a su lado, pero era incapaz de girarse. Yo descaradamente tenia mi mirada clavada en él y se representaba en mi cabeza el momento en el que se cruzó conmigo una tarde por casualidad. No fue casualidad. Sabe que acabaremos en la cama y que cuando despierte no le llevaré el desayuno porque seguiré durmiendo. Y si me levanto antes, me lavare los dientes.
Lo se, y él también.
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